Por Aurelia Rich
Hay días en que el silencio es tan amigable, que sólo es posible conjugarlo con música 
que no fomente los pensamientos. Ryuichi y Alva Noto tienen ese don.
Hace un año, grabaron su quinto proyecto en colaboración, de título Summvs, una combinación de las palabras latinas summa y versus, casi un koan en sí mismo, que invita a enlazar paradojas en formato sonoro: el todo y lo opuesto, la masividad del Oscar y la investigación minimal, el martilleo de un piano sutilmente humano y electrónicos artefactos con sonidos espaciales.
La puesta de esta gira que comenzó hace un año en Londres es simple: un piano de cola y, frente a él, una mesa con una computadora y muy pocos accesorios. De fondo, una pantalla alargada en la que Noto crea imágenes en tiempo real, a partir de diseños flexibles sobre los que improvisa efímeras formas visuales de los sonidos.
Sobre esta plataforma, la definición de ambient se revela. Los entornos sonoros de Summvs generan ondas sinusoidales entre estados de conciencia estelar – empezando por los nombres de los temas, que parecen inspirados en la flota de Star Treck – y armoniosas profundidades terrestres. Así, para el despegue de la noche, Alva Noto se envuelve en zumbidos, bits, breves irradiaciones de ruido blanco, frecuencias lúminicas en azul eléctrico, y Ryuichi responde haciendo caer cada nota de su piano como una gota de lluvia tibia en el barro.
Cada tema tiene un cierre redondo, y queda envuelta en un silencio perfecto, que deja suspendidas en el aire las manos de Sakamoto sobre el piano, y las de Noto sobre su equipo digital.
Laboratorio y taller
La pantalla, ahora con líneas blancas y pequeñas figuras geométricas que juegan sobre ellas, refleja los tonos metálicos, hasta latosos, que introduce el alemán, mientras reserva para sí la decisión de intervenir o no sobre cada emisión de Sakamoto. El japonés, por su parte, se propone una investigación de su instrumento, que utiliza como laboratorio y también como taller. Abre la tapa del piano y toca las teclas por dentro con la actitud de un cirujano, martilleando en busca del agudo perfecto, como si quisiera empujar el mismo límite sonoro que su compañero explora desde lo digital.
En otros paisajes, gana la hondura, lo interno, el origen que comienza a gestarse a partir de un piano resonante cual campana del Dharma. Hay ambiente de caverna, de estalacticas en formación. Es un origen que en lo musical tal vez esté expresado en el instrumento  que eligió Sakamoto para su grabación de la trilogía de temas que funcionan como eje de Summvs: Microon III y III. Se trata de un piano metamorfoseador en dieciseisavos octavos de tono – uno de los quince que hay en el mundo- creado alrededor de 1940 por Julián Carrillo, mexicano pionero de la música microtonal, quien materializó con su creación sonidos que hasta ese momento sólo podían ser considerados en abstracto.
Sin una palabra, llega un tema que es una concesión al público, que lo celebra. Sobre un fondo de constelaciones que forman rojas, orgánicas uniones atómicas, se entremezclan con sutileza los acordes de Forbidden Colours, la canción que ganó corazones –sobre todo gays- en aquella película de 1983 que conjugó los talentos de Sakamoto, Bowie, Oshima y Sylvian.
La otra perla de la noche, también rescatada en el tiempo, pero con dos reversiones en Summvs, fue By This River, de Eno, Roedelius y Moebius, un clásico del ambient que juega a la perfección con la línea precisa, minuciosa y elevada del concepto “S”.
A través de interferencias volcánicas y olas de arena fina, escalando agudos y enterrándose en graves, sin miedo a los extremos, el concierto fue llegando al final. El dúo regaló dos bises y una inclinación con las dos manos unidas. Su silencio perfecto quedó flotando en el ambiente.